Había una vez un niño pobre que vivía en China y estaba sentado en la acera, a la puerta de su casa. Lo que más deseaba en este mundo era un caballo, pero no tenía dinero. Justo ese día pasó por su calle una manada de caballos con un potrillo incapaz de acompañar al grupo. El dueño de la manada, que conocía el deseo del niño, le preguntó si quería el potro. Exultante, el niño aceptó. Un vecino, al saber lo ocurrido, dijo al padre del niño que su hijo tenía mucha suerte. El padre le preguntó por qué, y el vecino respondió: «Su hijo quería un caballo, pasa la manada y le regalan un potrillo, ¿no es eso tener suerte?». «Puede ser una suerte o una desgracia», comentó el padre. El niño cuidó el caballo con celo, pero un día, ya crecido, el