Nada recuerdo con más agrado de mi niñez que los sueños y las fantasías. Esa inmensa capacidad de los niños de suspirar, de abrir los ojos y mirar con lo más profundo de su mente y su corazón al mundo íntimo de la ilusión. Esa capacidad de imaginar que se es el campeón de fútbol, la reina de las reinas, el magnate industrial, el sabio, el artista genial o, sencillamente, la persona más feliz de esta tierra. Lo increíble es que el niño no solo lo ve y lo siente como si fuera realidad, sino que tiene la capacidad de vivirlo sin reservas más allá de cualquier frontera. El peligro son los matadores de ilusiones. ¡Cuidado! Son seres quizás bien intencionados que probablemente nos quieren mucho, pero que están contagiados por un virus mortal para las ilusiones porque las mina, las desdibuja, les va quitando la fuerza y el sentido; éste es el virus del realista. Leí en una investigación realizada recientemente por la Honorable Asociación Protectora de Ilusiones, que la población más afectada ...